sábado, 11 de abril de 2015

María, normalidad anormal

Pasaron los meses, y él seguía como si nada, como si todo fuese como siempre, y en cierto modo todo seguía igual. Nada había cambiado,  María seguía escuchándolo cuando y como él quería. Unas veces era consciente y otras inconsciente, siempre dejaba sus cosas para atenderlo,  esos momentos compartidos,  casi furtivos, la reconfortaban, se sentía entendida, y en el fondo solo eran mentiras adornadas de comprensión.  María pensaba que había encontrado a la persona perfecta, a esa pieza que encajaba en el puzzle. Y por fin tendría suerte, podría volar libre, sentirse acompañada en ese viaje de la vida.Por fin..... Pero no María nunca le habian gustado los cuentos y menos los de final feliz. Ella no era princesa y menos quería que la salvasen,  ella era guerrera y de las buenas.
María quería, pero no podía, había levantado un muro,  era débil el muro y al mismo tiempo lleno de dudas y de pequeñas desconfianzas, pequeñas pero que abrían fisuras. Había algo en aquel caballero tan perfecto que rozaba lo increíble, siempre tan atento, que en el fondo no era atención, sino farsa, o tal vez no... Algún día sabría la verdad, o mejor no saberlo.
Con el tiempo, él intentó que se volvieran a ver, y está vez María no estaba segura de que fuese buena idea. Los temores la inundaban, no soportaría otro desplante, otra mentira, otra farsa.
Resistió lo que pudo a su gran oratoria, a su facilidad de decorar todo como el escenario de una gran obra de teatro, y al final como siempre, terminó por caer en sus brazos, en sus redes de confidencias, en su empatia ensayada. Cayó de bruces, y aceptó su propuesta de verse. Se tiró al piscina sin protección,  a lo loco y con la ropa puesta.
Esta vez pintaba diferente, él se mostraba entusiasmado, ilusionado y con ganas del encuentro. El lugar elegido era conocido para él,  era el lugar de su infancia, un lugar que María desconocía. El entusiasmo se fue contagiados y ella decidió compartirlo con una amiga. Ella conocía el lugar, y le gustaría acompañarla. Y casi sin pedir permiso su amiga y él organizaron unos días en el paraíso,  y que sería inolvidable para María.
Los días pasaban y la fecha D se acercaba.  Por primera vez María estaba tranquila,  como si supusiera que nada ocurriría, que no iría o que no sería como pensaba... Pero no iba a hacerse ilusiones, lo que tendría que pasar pasaría.
Llegó él momento de la verdad, ambas preparadas de equipaje para un mes y llenas de cosas de" por si",  de por sí acaso esto o aquello. Cargaron las maletas en el coche y pusieron rumbo a la aventura, una aventura que tenia que tener un punto, punto y aparte, punto seguido o punto final.

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