martes, 7 de junio de 2022

Maria y Bruno

 Después de muchos años, entré en la iglesia que en otra época había pisado más que el parque. Me senté y fui observando aquellas caras ajadas por el tiempo, que con una tranquilidad pasmosa iban ocupando sus asientos. 

Y delante de mi, estaba ella, Maria, con su peli rubio, recogido en una simple coleta ,al lado de Bruno. 

El sentado, mirada perdida y cuerpo ausente. Estaba sin estar. Ella lo miraba con ojos de resignación y atendía cualquier plegaria del pensamiento de él.  

Los observaba desde el banco de atrás,  y rememoraba antaño, cuando el era un hombre esbelto, un tanto prepotente y un bebedor empedernido. Y verlo así  casi indefenso, sereno y sin gesto aparente, me hizo pensar en lo cambiante que era todo. 

Ella sin embargo, seguía igual, paciente, cuidandolo antes y ahora , como si fuese su cruz y su destino. 

Los volvía a mirar y recordaba quienes habían sido, quien era yo en aquel entonces, en quienes se habían convertido y en quien había evolucionado yo.  

Sonreí son más  y dejé que el murmullo de las beatas rezando me envolviese durante el resto del oficio.