Las decisiones forman parte de nuestro día a día, desde primera hora del día, desde que nos levantamos por la mañana, que ropa ponemos, si desayunamos café o una gran cucharada de colacao. Las decisiones continúan, la ruta a seguir, caminar o ir en coche. Y así hasta la noche y día tras día.
Con esas pequeñas decisiones, vivimos, lidiados sin el mayor contratiempo. Lo difícil son esas cosas que tienen que ver con otros, no sólo con nosotros mismos. Ahí, empiezan los conflictos, ya no es una decisión en exclusiva nuestra, y aunque lo sea afecta a alguien más, y eso no nos da la libertad de decidir.
Las decisiones más difíciles y que más cuesta tomar, son las que tienen que ver con el corazón, y cuando hay que usar la razón. Mala combinación mente y alma, nunca se ponen de acuerdo, ni cuando sienten en consonancia. Intentar decidir siempre tiende a inclinar la balanza hacia uno de los lados, y no donde la objetividad tiene mucha certeza.
Los sentimientos no son buenos para decidir, o son necesarios, demasiados ingredientes para un cóctel explosivo. Las decisiones aunque no queramos tienen dosis, grandes dosis de emociones y sentimientos, y aunque intentamos separar, poner distancia, es imposible pues somos seres dotados de sensaciones y emociones.
Hay decisiones difíciles de tomar, y aunque tales decisiones ya las tengamos tomadas desde hace tiempo, cuesta dar el paso definitivo, materializarla y no mirar atrás.
Consultarnos con unos y otros, con conocidos y amigos, en la mayoría de los casos sin decir toda la información, sin dar todos los datos, sin descubrirnos. Intentaremos no otorgarles el poder total de decidir, sino que nos ofrezcan otra visión.
Consultarnos con personas, con nuestros pensamientos, con morfeo, con la almohada que callada escuchará nuestras dudas, nuestrascuitas.
Hay decisiones difíciles de tomar, aunque desde hace tiempo ya está confirmada......
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