lunes, 2 de febrero de 2015

Algo cambia

A veces llevamos tiempo caminando por la misma ruta que nos olvidamos de disfrutar el camino. Son siempre los mismos árboles, las mismas casas, las mismas piedras, los mismos rostros, siempre lo mismo. No miramos, simplemente pasamos la vista por alto. Para que pararse, si siempre es lo mismo?
Nos pasamos los días corriendo, rutina constante, prisas que no hacen que lleguemos antes ni que lleguemos mejor.
Nos levantamos, aseados,  vestimos y camino al trabajo, sin cambiar la ruta, sin cambiar el itinerario. Y así un día tras otro, sin prestar atención, solo dejándose llevar por la corriente,  siendo uno más en esa rutina de días que no van a cambiar.
Y un día, en esa ruta, ese camino que hacemos a diario, algo cambia, algo nos obliga a detenernos, a mirar a nuestro alrededor.
Abrimos los ojos, sorprendidos como si fuese la primera vez en mucho tiempo que pasamos por allí, olvidando que fue ayer, y anteayer.... Y todos los días durante semanas en los últimos años.
Empezamos a mirar, mirar de nuevo esos paisajes que cada día pasan delante de nuestros ojos desapercibidos.  Descubrimos esos árboles que han cambiado de color, en los que en sus ramas moran aves, dejando nidos llenos de vida.
Empezamos a caminar, por esas piedras que sobresalen en el camino. Piedras con musgo,  algunas puntiagudas, otras excesivamente lisas, de colores....
Empezamos a sentir el calor de los rayos de sol en nuestro rostro, esos rayos que se cuelan entre los árboles.
Empezamos a detenernos al cruzarnos con unos y otros, a hablar del tiempo, de lo humano, de lo divino, del fútbol, o del culebrón del momento....
Empezamos a ver casas nuevas, las de siempre con las ventanas abierta.  Casas, gente, caminos... Todo era igual que ayer, Pero algo cambió. La ruta nunca será la misma.
De repente todo es igual y diferente a la vez.... De repente empezamos a vivir.  

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