lunes, 4 de abril de 2016

Autismo

Un día de estos se celebraba el día del autismo. Aunque no soy mucho de reivindicar días de esto y de lo otro, haré  una excepción.  
Cada vez conozco más casos de familias con casos de niños con este síndrome.  Y digo síndrome,  porque no es una enfermedad, porque no sé puede curar, se puede ayudar a que mejoren. No soy doctora en la materia y tampoco quiero meterme mucho en el tema,pues me faltan conocimientos y mis limitaciones son muchas. Pero hablo de ello porque me toca muy de cerca. 
Mi primer contacto con un niño autista, fue hace unos años, el hijo de un familiar cercano. Siempre me pareció un niño diferente, y cuando digo diferente no me refiero a raro. Era y es un niño,  con unos dotes para la música fuera de lo común.  Con dos años y poco, reproducía melodías de sus dibujos en el piano de juguete. A mi me sorprendía porque casi no hablaba.  Al principio sus padres decían que era un niño que iba por libre.  Y a mi me parecía un niño adorable, aunque le costaba relacionarse con otros niños, jugaba solo, y siempre como referencia papa o mama. 
Pasé con ellos casi dos semanas. Y cuando ibamos en coche a algún lugar, yo le tocaba la mano, y el me la rechazaba,  una y otra vez. Me gusta darle a los niños la mano, porque transmiten muchas cosas, pero a el no le gustaba demasiado.  Cuento esto, porque es un niño no excesivamente afectivo y más con los extraños o gente que no está muy a menudo en su entorno. Pasaron los días y una vez dando un paseo, sin esperar me lo me agarró la mano,  y yo sentí una enorme alegría. A lo mejor soy una sentimental,  pero me sentí feliz. He de decir que en aquel momento no sus padres no sabían o todavía no estaba diagnosticado como autista. 
Pasaron mis días con ellos y empecé a mirar con sus ojos, con esos ojos de gran inocencia que se maravillaban con cosas simples, es que ellos tienen una enorme sensibilidad  que las demás personas vamos olvidando o no llegamos a tener. 
El día de mi marcha, a punto de cerrar las maletas,su madre le dijo que ya me iba, y él  se acercó corriendo dándome un enorme abrazo. Ese gesto lo guardo como un recuerdo imborrable en mi memoria, y lo recupero cada vez que le veo. A lo mejor él  no se acuerda pero para mi es un gran tesoro. 
Ya han pasado unos años desde entonces, y sigue sin hablar mucho,pero sigue siendo tan especial como entonces. Sus padres a base de terapias, que debo decir que no son batatas,  van logrando algunos avances, que a simple vista son pequeños aunque en él  son verdaderos logros. 
Cuento esto, porque somos unos grandes desconocedores del autismo,  lo vemos como algo lejano, pero nos puede tocar a cualquiera y no está de más que pongamos un poco el punto de atención en algo que cada vez hay más casos y menos ayudas para las familias. Porque necesitan cuidados, atenciones y terapias., que en muchos casos suponen un desembolso económico que es difícil hacerles frente. 
Y después de esto,  decir que son niños especiales, y digo especiales en el mejor sentido de la palabra, con una sensibilidad única,  que no son maleducados porque no nos miran cuando les hablamos y tampoco viven en otro muno,  viven en el suyo y como ellos lo entienden aunque les cueste transmitirlo y comunicarse con los demás.  
Y dicho esto.... siempre que puedo le doy un abrazo y le cojo la mano, aunque alguna vez me la rechace.
 

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