El estar ocioso nos hace darles vueltas a las cosas, el ver fantasmas donde sólo hay sombras por falta de luz. El suponer en lugar de cerciorarnos. El no disfrutar se cada segundo.
Todos, sin excepción. Todos tenemos problemas, historias que nos preocupan ... y cada un buscador la mejor manera de enfrentarlos y sobrellevarlos.
Cuando tienes mil cosas que hacer, y escasean los momentos para comerte la olla, los problemas empiezan a ser menos, y no es que se disuelvan, pero no aumentan la importancia de las nimiedad de esas cosillas que día a día nos pueden hacer perder la sonrisa.
Y en el momento, después de andar a cien, no parar, te detienes a observar. Compruebas que los problemas que creías tan grandes, que tanto te hacían perder la compostura, no lo eran tal, sino que era tu actitud ante ellos.
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