lunes, 24 de enero de 2022

Sin decir adios

Hace unos días me vienes a la memoria. Al principio era solo al pasar cerca del que ha sido o es tu trabajo.
Las sensaciones se han mezclado con recuerdos agridulces. Por un lado, me he preguntado que sería de tu vida, a que dedicas tu tiempo libre, y por otro, he pensado, ni me importa ni me interesa.
Después de que el tiempo y la distancia emocional, ha hecho su trabajo, es mas fácil acercarse a la ventana del pasado y verlo con ojos de vejez juvenil.
Me costó entender el comportamiento irracional y caprichoso. El exceso de sabiduría fingida, la absoluta verdad de la mentira de uno mismo, y el reproche para con los demás que no era capaz de hacerte a ti misma, me hace pensar que lo mejor es que desaparecieras sin dejar rastro.
 Y cuando digo lo del rastro, me refiero a que ni siquiera hubo una discusión, un mal rollo, una diferencia de opinión... Porque tu no eres de esas personas, que si se equivocan rectifican, eres más de que los que se equivocan son los otros, y si eso ya se arrepentirán ellos.
Recuerdo nítidamente la primera vez que te tuve enfrente. Me pareciste prepotente y con grandes carencias. Pero en esa época no me dejaba guiar por mi intuición, y las impresiones me las guardaba esperando equivocarme. 
Así que te di y me di, la oportunidad de conocernos. Fue una etapa buena, o eso me creí como una ilusa, mientras te pegabas a mi como una ladilla silenciosa. Me creí tu imaginativa sinceridad, haciendome estar disponible cada vez que me necesitabas. Absorbías mi tiempo, me aislabas de otras amistades y yo me dejaba, pensando que encontrara esa alma gemela. 
Ilusa y torpe, hasta que asomaste tu verdadera cara y mi torpeza desapareció para ver con claridad que mi primera intuición era mas acertada de lo que jamás me hubiese gustado.
No te gusta tener rivales, e intentas apagar a quien brilla con luz propia, olvidándote de brillar con la tuya sin fundir la bombilla de nadie. 
Alardeabas de grandes amistades, y la soledad era tu inseparable compañera, pues todos tenían defectos y no sabían estar a la altura.
y que decir del amor, eso ya es una historia aparte. Quejarte de que no encontrabas o que eras muy exigente, esa era tu letanía constante. y el problema no eran ellos, eras y eres tú. 
Espero y deseo que todo te vaya bonito,  tan bonito que no vuelvas a traer la nube gris cerca de mi.
gracias por irte sin decir Adios.  



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