Cuando tienes todo planeado, te pones en marcha y viene la vida y te cambia la ruta sin previo aviso. Te descoloca, te desorienta. Lo que te ha costado años idear, en un cerrar y abrir de ojos vira de rumbo.
En todo viaje siempre hay que contar con los imprevistos, algunos de ellos son impensables y por mucho que los imaginasemos no se nos ocurrirían. Así que cuando empieza a desbaratarse todo, solo queda pararse un momento, estudiar la situación y mirar con perspectiva al horizonte.
Cuando viajo, ideó un palo B, incluso C, por los "si acaso".....y aun así nunca sale como lo he planeado. Según pasan los años, cada vez me gusta más viajar ligera de equipaje. La ruta la tengo en mente definida, acepto posibles variaciones, cosas que en la mayoría de los casos ocurre, y dejó que me vaya sorprendiendo el camino.
Cuando decides viajar, hay sitios que descartas, por recomendaciones de otros, por el clima, o por desconocimiento,... Si viajas con la mente abierta y dejando los prejuicios en casa, es más gratificante la experiencia, y al final es con lo que te quedas.
Planee cierto viaje con meticulosidad desmedida y nada salio cómo tenia previsto, la vida me desbarató todo lo ideado, dándome una bofetada de realidad, demostrándose que nada sale como tenemos pensado en nuestra mente o como deseamos. Tanto planear, tanto organizar y después los mejores viajes son los improvisados.
Me subo al tren de la vida, esperando descubrir nuevos horizontes, no cargo con la maleta,mi equipaje una mochila llena de ilusión, y muchas ganas de vivir.
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