Hay días que cuando te levantes es un déjà_va constante. Crees haber vivido eso en otro momento e incluso anticipar lo que pasará dentro de un momento. Repites las mismas rutinas, las mismas cosas, las mismas caras..... Pareces un robot programado para realizar una serie de tareas en unos minutos concretos y sin salirte de lo que está establecido. Y por mucho robot que eres, ni el café cargado consigue hacerte un cortocircuito y despertarte, sigues sonámbulo los pasos de cada día como si los conocieras de antemano todo lo que acontecerá.
Cuando te das cuenta que vas cono un zombi, despiertas de golpe y empiezas a cambiar rutina, como deshacer el déjà_va constante en el que estas sumergido. Lo primero que haces es variar el ritual de como te vistes, cambias la ruta de camino al trabajo, te metes por otra calle, implica un rodeo pero descubres que han abierto una tiendo y cerrado el bar de toda la vida.
Ya en el trabajo, intentaras hacer algo diferente, siempre es parecido, en los detalles esta el cambio. Sales a comer y decides no hacerlo en el bar desempleo, vas al del fondo de la calle, caminar unos metros más no te irá mal. Mientras te sirven la comida, mandas ese mensaje a tu amiga, con la que tendrías que haber quedado hace ya semanas, y por falta de tiempo lo has ido posponiendo...
Y según va avanzando el día, con pequeñas cosillas, un día rutinario se convierte en un día distinto. Los días no son diferentes, diferentes los hacemos nosotros.
Finalmente quedas con tu amiga, empiezas con un café y la charla se alarga y pasas a unas cañitas, y entre risas, confidencias y demás, son horas de retirarse. Llegas a casa, ducha, cena y un poco de sofá. Cuando te metes en cama, sonríes, recuerdas tu día que empezó gris terminó lleno de colores y matices. Mañana será otro día, un gran día.
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