El otro día no se me ocurría nada sobre lo que escribir, y hablando con un amigo me dijo por que no escribes sobre cuando te subes a los tacones? Me pareció interesante la propuesta, pero no sabia como empezar.
Los tacones tienen como un imán para mi, cuando me los calzo, me encuentro más alta(son taconazos), tengo otra perspectiva. Me siento poderosa, segura de mi misma. Piso fuerte, pasos firmes. Me pongo derecha, recobro el estilo que pierdo cuando voy en zapatillas y descuido mi vestuario. Me muevo con garbo, siento que soy mirada, y reconozco que como mujer que soy, me gusta.
Tengo zapatos de todos los colores, diferentes para cada ocasión, pero todos de gran tacón. Para subirse a unos tacones hay que saber llevarlos, caminar con soltura, que sea una prolongación de nuestro cuerpo, no se pueden llevar como si fuera un suplicio. Para mi subirme a ellos es un placer y algo cotidiano. Disfruto cada paso, cada pisada, cada taconeo, cada huella que dejó....
Cuando me calzo mis tacones, vuelvo a brillar, es como si el duende de la seducción se meta dentro de mi, la sensualidad aflora sin que le dé permiso. Mis caderas se van moviendo al son de la música del taconeo, un ritmo casi perfecto. Todo va acorde, nada desentona. Mis zapatos son más que un complemento en mi armario y cuando los llevo puesto, la mujer toma la rienda de la niña que se esconde cuando me bajo de ellos. Al subirme olvido mis miedos, mis temores y mi fuerza se vuelve sonrisa llena de sensaciones.
Cuando me subo a los tacones soy yo en todo mi esplendor...
No hay comentarios:
Publicar un comentario