No me gustan las despedidas, no sé cómo actuar en ellas. Me faltan las palabras y me sobran los sentimientos. Acabo de decir adiós a una amiga, se va, mejor dicho, vuelve a su casa, que ahora está bastante lejos de mi. Se va, y al igual que su venida me hizo una gran ilusión, su marcha me provoca una gran tristeza.
No voy a perder su amistad, ni mucho menos. Ni tampoco no vamos a volver a vernos, o eso espero, pero... me ha contado que sus visitas seguramente se vuelvan más escasas de lo habitual. Intenta cerrar círculos, de so ya hablare otro día. Entonces, a uno de los lugares que no irá con frecuencia es a mi ciudad. No sabia como contármelo, y cuando por fin lo soltó, no pude evitar emocionarme, y que una lágrima imposible de controlar asomase por el ojillo. Me salvó una llamada en su teléfono.
Me puso muy triste la noticia, es que ya fue duro cuando se marchó a vivir allá, y ahora con que va a venir a visitarme poco o nada. Ella sabe que le deseo lo mejor, que aunque no nos veamos a menudo, estaremos la una para la otra y que cuando nos veamos será como si no hubiese pasado el tiempo. Además como lee lo que escribo tiene muchos datos de como estoy o pienso.
Bueno, que después de un café de cuatro horas, porque así son nuestros cafés, tocó hora de decir adiós. La abracé, en ese abrazo iban todos esos abrazos que no podré darle físicamente y que lo haré de pensamiento. Como no tenía que decirle, o si, pero faltaban las palabras, solo acerté a sugerirle. .vive! ! Ella sonrió y no hubo nada que añadir. Un sonoro beso en la mejilla y me marché. ..
no me gustan las despedidas y menos de la gente que me importa. De ella no era un adios adiós, era un hasta pronto, hasta que nos veamos...pero un despedida a fin de cuentas.
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