Una lágrima recorrió de nuevo mi mejilla. A su paso recordaba el dolor que quería olvidar y había metido en el cajón en lo más hondo, y no pensé en volver a sacarlos. Las cosas nunca son como las plaeamos, y cuando pensamos que todavía bien, la dura realidad nos abofetea y nos devuelve del sueño que vivíamos.
Esa lágrima silencioso dejo un cerco por mi mejilla que después de secarla aun ardía, ardía más que si fuera la lava del volcán en erupción. Sigue ardiendo, sigue doliendo, y lo peor es que nadie es más culpable de estalagmitas que yo misma. Yo decido lo que hago y las razones de mis actos, y sabiendo que tales cosas no me harán felices, creo que la felicidad de otros están por encima de la mía. No soy tan buena samaritana como parece, simplemente soy una persona que cada día se conoce más y sabe aceptar las derrotas. Derrotas que no son más que las consecuencias de ir por un camino y no por otro. Esas decisiones que hacen que esa lágrima solitaria duela más que las otras.
Han salido cosas a la superficie, que había guardado bajo el rosal del jardín, los había escondido debajo de la alfombra. Pensaba que allí no saldría afuera, que no volvería a sentir ciertas cosas, pero nadie está a salvo, porque el mayor riesgo y peligro, somos nosotros mismos. Porque esa lagrima derramamos nosotros y por nuestra causa, por nuestros actos.una lagrima recorre mi mejilla, sangrandol alma y no sabiendo si esta vez cicatrizara sin superar demasiado......
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