Hay momentos de desencuentro, de desencuentro con nosotros mismos, y desencuentro con los demás. Normalmente esos desencuentros los pagan los demás, y esos demás son las personas que nos rodean y más cerca de nosotros.
Esos desencuentros no son frustraciones, ni ganas de discutír gratuitamente, lo que pasa es que los problemas, nos absorben, o dejamos que lo hagan. Y con eso lo único que logramos, es perder el norte y desencontrarnos más aún.
Los mayores desencuentros a lo largo de nuestra vida, son con nosotros mismos. Y estos son los más difíciles de solventar. Es que aunque parezca mentira, son más difíciles de entender, y los que más conflictos nos crean. Y cuándo pasan, no sabemos explicarlos, y menos entenderlos.
Si nos paramos a pensar, justificamos y casi empalizadas, con los desencuentros producidos para con otros, y sin embargo, somos excesivamente críticos con los nuestros, y a veces debiéramos ser un poco más suaves y no tan estrictos.
Los desencuentros son parte de nuestra historia, y algunos podemos controlarlos, y evitarlos, aunque los producidos con nosotros y contra nosotros mismos, esos inevitables y necesarios para ser quienes somos y llegaremos a ser.
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