Caminar, caminar y seguir caminando. Eso es lo que hacemos desde que nos levantamos. Caminamos y seguimos caminando. A veces sabemos hacia donde vamos, y otras simplemente dejamos que los pasos nos lleven.
Desde que despertamos, rutinas que parecen insignificantes y que marcan cada día de nuestras semanas. Nos desperezamos, mientras el despertador del movil suena una y otra vez la alarma supuestamente inteligente, si lo fuese sabría cuando parar. Apoyamos el mismo pie cada mañana, nos acercamos a la cocina, hacemos café, abrimos la nevera. Y así, seguiremos hasta salir de casa.
Y cuando cogemos el coche, le ponemos el gps a las manos y a la mente. No se debiera, pero hay días que no recordamos como ni cuando hemos hecho el camino. Rutina, o cansancio, o mezcla de ambas. Por eso nuestros días es un caminar constante, un caminar por carretera, de la que no vemos ni sentimos los baches. Un caminar por montañas con curvas que no apreciamos sus eses. Un caminar por parques llenos de columpios y de risas y no lo vemos. Un caminar por bosques con flores y árboles e profunda sabiduría y a lo que sólo identificamos su tronco. Un caminar.... sin disfrutar del camino, sin apreciar el viaje.
Caminamos, caminamos y seguimos caminando...y es mejor detenerse , que caminar sin ir a ninguna parte.
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