No siempre tenemos una segunda oportunidad, y cuando tenemos esa ocasión, no queda otra que aprovecharla y tirarse de cabeza a la piscina sin pensarlo. Cuando alguien nos habla de segundas oportunidades siempre pensamos en una relación, pero la vida está llena de segundas oportunidades. Cuando te enfrentas a una enfermedad deseas duras, de esas que crees que el tiempo ya está en descuento e intentas poner todo en orden. Empiezas aceptar tus errores como parte del aprendizaje y tus aciertos cómo victorias semiamargas. Pasan los días y cada uno que vives a mayores es un triunfo, una esperanza. Y cuándo ya tiras la toalla, o por el contrario luchas hasta el final, un nuevo giro, tu enfermedad o eso que creías sin solución toma un nuevo rumbo. Y de repente se presenta una nueva oportunidad.
Las segundas oportunidades no siempre son un comienzo donde lo dejamos, a veces es un nuevo comienzo desde cero, desprendiendo lo aprendido y aprendiendo de nuevo lo que creíamos ya conocido.
Rendirse cuando la vida te ofrece empezar de nuevo no es viable, hay que seguir luchando, pues no sabes cuando se acabarán las oportunidades o si tendrás alguna más.
La segunda oportunidad, es siempre un nuevo comienzo y como tal, no se piensa se arriesga, y se arriesga con todo el armamento con la intención de ganar. Si no es así, para que esperar una segunda u otra oportunidad?
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