Decía mi abuela que no se debe correr detrás de quien escapa. Cuando escuchaba esa frase, me imaginaba a alguien corriendo sin detenerse y a otra persona detrás agotada, sudorosa detrás sin poder alcanzar a la primera. Con el tiempo empiezas a entender su significado, y después del impulso de ir detrás, e iniciar esa carrera, te detienes y prefieres dejarla marchar.
Las personas como yo, normalmente somos de correr y correr y esperamos alcanzar a la persona que huye, y cuando nos cansamos de llamarla, de luchar por entender su huida, yagotamos todas las vías, nos damos la vuelta, recuperamos fuerzas y a otra cosa.
Muchas de esas personas que en un momento dado se van, por una extraña razon terminan volviendo y las cosas ya no son como cuando se fueron. Se acercan esperando que nada haya cambiado, pero todo ha cambiado y mucho. Poco a poco reanudan la relación ion social, y con buenas intenciones o no, desean que todo vuelva a la normalidad, y en un instante vuelven a la huida. Se olvidan de que ya no volveremos a correr, que nos quedaremos sentados viéndolas marchar sin mover un músculo por ir detrás.
Así que me he sentado en la terraza del bar, con mi cervecita bien fresca, mientras observo marchar a más de un@, que sin motivos o con sus motivos a decidido marcharse. No me he molestado, simplemente he sonreído y e disfrutado de mi cerveza. La vida es muy corta para pasarela corriendo detrás de quien quiere huir una y otra vez. Seguiré aquí sentada, o tal vez no... Pero quien quiera encontrarme sabrá cómo hacerlo, no os parece?
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