Los abuelos, eses señores que recordamos siempre viejos cuando somos pequeños. Esos señores que restaban a nuestros padres consintiendonos y dejando que hiciéramos un poco lo que quisiéramos. Ellos nos dejaban comer chocolate de merienda, irnos más tarde a la cama y cuando poníamos moritos no podían resistirse a nuestros encantos.
Mi abuelo, murió cuando yo tenía once años, y aun así, sigue vivo en mi memoria. Mi abuelo, venía a vernos todos los fines de semana, el comía antes y venía a nuestra casa a tomar el cafe. El cafe era su debilidad, debilidad que yo he heredado y que no quiero renunciar a ella. Le gustaba el café negro y cargado, y tomarlo acompañado de un cigarrillo ducados. Y mientras lo saboreaba no dejaba de observarse y dedicarme una sonrisa con la mirada.
Lo recuerdo siempre igual, con su piel arrugada, y en cada arruga una historia que deseaba compartir conmigo, y yo ávida de oírlo, me sentaba en su regazo y allí le esescuchaba. Más de una vez me dormía al compás de los latidos de su corazón.
Era una persona paciente, tranquila y serena, pero con carácter. En los años que le conocí, nunca recuerdo un enfado por su parte, como palabra más alta que otra.. Todos decían de él que era un hombre de paz, y eso era lo que me transmitía, paz, tranquilidad... Y eso recuerdo al pensarle.
Le recuerdo sentado delante de casa, con su taza de café, su cigarro humeante y su tos recurrente. No se si fue el tabaco, si ya le tocaba, pero un día se puso enfermo y al hospital se lo llevaron. Nunca más lo volví a ver, no me dejaron subir a su habitación, decían que los niños teníamos prohibida la entrada, cosa que disparó mi imaginación a como era un hospital, cosas de niños. Ali estuvo meses, estaba maldito, decía mi padre, y yo queriendo decirle que le quería mucho y que se iba a poner bien. Pero no pude hacerlo. Los días pasaban y el ya no venia a vernos. Mis padres nos mandaron a pasar un finde semana con unos tíos, nos lo tomamos como una fiesta, pues lo de dormir fuera de casa era una novedad. Esa novedad tenia nombre, cosa que supe mucho más tarde, se llamaba funeral. Después de aquel día, volvimos a casa, eufóricos de un finde de jaleo y emociones, y allí era todo gris. Mi padre, estaba triste todos los días, y la inocencia de un niño hace soltar lo que se le ocurre y yo animaba a mi padre con frases que oía de los mayores, y de vez en cuando conseguía sacarle una sonrisa.
La ausencia de mi abuelo fue latente, no sólo para mi padre, para mi también, esperabamos los domingos que apareciese de nuevo por la puerta y nunca volvió.
Hoy, por una extraña razón me he acordado de él, y los recuerdos se agolparon en mi cabeza, y una sonrisa se me puso en la cara. A pesar del poco tiempo que compartí con él fue un pilar en mi vida, y aunque suene raro, creo que sigue conmigo y me protege de alguna manera. Me han pasado muchas cosas y siempre he salido ilesa, creo que mi angel de la guarda me protege, creo que mi angel es mi abuelo, y me cuida, esta conmigo y me acompaña cada día aunque no lo vea, lo siento así.
Mi abuelo, es y será una persona importante en mi vida.
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